El precio de la libra del cobre comienza a dispararse y ha sobrepasado los US$ 4 en los mercados mundiales luego de que, en marzo pasado, descendiera a los US$ 2.96. La rápida recuperación de la economía china señala que en el 2021 la oferta del metal rojo no abastecerá la demanda mundial. Existirá déficit de cobre y, por este motivo, los especialistas comienzan a hablar de un nuevo superciclo en el precio de este metal.
En este contexto, Chile no solo lleva la delantera mundial en inmunizaciones y cuidado de salud de su gente, sino que se beneficiará de los nuevos precios del cobre por mantener sus minas y ejecutar sus proyectos. En el Perú, por el contrario, no hay vacunas contra el Covid y tampoco habrá beneficios por los nuevos precios del cobre.
Pero no vaya a creerse que el aumento del precio del cobre es un asunto coyuntural. Según el libro Cobre, el futuro del Perú del Centro de Investigación de Minería, Ambiente y Desarrollo (CIMADE), la producción de metal rojo se ha incrementado de 500,000 toneladas en 1900 hasta 22 millones de toneladas en la segunda década del nuevo milenio. El crecimiento es exponencial y la demanda no se detiene, sobre todo por las llamadas nuevas tecnologías del desarrollo: desde los carros eléctricos, piezas y baterías de teléfonos inteligentes, hasta tecnologías de energías alternativas.
El Perú, entonces, no se beneficiará de la subida del cobre por la labor antinacional de la izquierda antiminera que ha bloqueado permanentemente las inversiones. Por ejemplo, Cajamarca es una de las regiones más pobres del país. En el 2019 –antes de la pandemia– esta región registraba más de 38% de pobreza, cuando el promedio nacional era de 20%. Sin embargo, en Cajamarca se emplazan los principales proyectos del llamado Cinturón de Cobre del Norte: Conga, La Granja, Galeno, Michiquillay, entre otros. Si se concretaran estas inversiones, Cajamarca tendría un ingreso per cápita similar al de un país desarrollado. Pero la acción antiminera ha colocado a esta región como una de las pobres del Perú y Latinoamérica.
Pero eso no es todo. Si, por ejemplo, se materializaran las inversiones de las minas del Cinturón de Cobre del Norte se agregaría cerca de un millón de toneladas métricas de cobre (TMC) a los 2.5 millones de TMC anuales que el país produce en la actualidad. En el contexto de los precios actuales, ¿qué podría significar inversiones de este calibre? Que no obstante la pandemia, el Perú podría crecer por encima del 5% y, en pocos años, lograr reducir la pobreza por debajo del 10% de la población.
Considerando la situación económica y social actual, y el avance de la pandemia, la conducta de los sectores antimineros y de la izquierda radical puede ser calificada de un crimen económico y social contra los pobres del país. Lo más grave de todo es que estos sectores anti inversión se han impuesto con todo tipo de leyendas, mitos y relatos, que permitirían escribir un tratado sobre la mentira y las estrategias de desinformación.
Más allá de las leyendas y mentiras desarrolladas para detener las inversiones de cobre en Conga y Tía María, existe, por ejemplo, una mentira que se suele repetir como un estribillo, sin pudor y sin vergüenzas. Se suele decir que todo el territorio está dominado por concesiones mineras de empresarios sin escrúpulos. Sin embargo, de acuerdo a los estudios de CIMADE, solo en el 1.29% del territorio nacional se ejercen actividades mineras de exploración y explotación. Es más, en más del 60% del territorio nacional existen prohibiciones expresas para el ejercicio de la minería. ¿Cómo entonces se han difundido tantas inexactitudes?
Los nuevos precios del cobre nos indican que el Perú vive en la pobreza porque la mayoría de ciudadanos lo permite. Y nos indican también que las izquierdas radicales son los peores enemigos de los pobres y postergados. Es hora de reaccionar.