A simple vista, parece una foto común, pero el retrato de León XIV ofrece más indicios de por qué fue elegido papa

El nuevo papa no solo eligió un nombre cargado de historia. Eligió también una imagen que combina símbolos clásicos, política vaticana y un sutil golpe a quienes lo veían como una figura de transición.

Cuando se trata del Vaticano, nada es casualidad. Mucho menos una fotografía oficial. Esta semana se reveló el primer retrato del nuevo pontífice, León XIV, y aunque podría parecer una imagen anodina —él de pie, mirando a cámara con una leve sonrisa—, está cargada de decisiones simbólicas. El lugar, el vestuario, la postura, la cruz y hasta el escudo esconden más mensajes de los que parece. Y sí, es también una forma de responderle a quienes esperaban un papa de perfil bajo.

Lee También >>> Papa León XIV: Cardenal con nacionalidad peruana es elegido en cónclave

- Publicidad -

El retrato del papa León XIV y todo lo que oculta

La foto fue tomada en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, el mismo lugar donde rezó apenas fue elegido. Es un sitio profundamente espiritual, pero también íntimo, reservado y alejado del espectáculo que suelen implicar los retratos papales. A diferencia de los salones amplios y llenos de oro que han usado otros pontífices, León XIV se retrata en un espacio de recogimiento, rodeado por los frescos de Miguel Ángel, sin trono, sin mitra y sin gesto solemne.

Más que una decisión estética, parece una declaración de principios: menos show, más oración. Pero no se trata de un acto de humildad vacía. Es el tipo de gesto que lanza señales internas dentro del Vaticano, donde cada elección visual puede leerse como una toma de postura.

Visualmente, León XIV no se parece al Papa Francisco. En vez del look despojado y casi minimalista que marcó el estilo de su predecesor, vuelve a elementos tradicionales: la muceta roja, el roquete bordado, la estola dorada y una cruz pectoral que es también un relicario. Pero no llega al barroquismo de los años de Benedicto XVI. Está en un punto medio que parece buscar reconciliar dos almas de la Iglesia: la progresista, marcada por el diálogo y la sencillez; y la conservadora, nostálgica de las formas clásicas y el esplendor litúrgico.

Y aunque su sonrisa y la cercanía de la imagen podrían parecer herencia de Francisco, el cuidado por los símbolos y el lugar sugiere algo más: León XIV quiere ser leído como alguien que conoce la tradición, pero que también entiende la tensión actual.

La cruz como manifiesto personal

El objeto más potente en la imagen es la cruz dorada que cuelga de su cuello. No es decorativa. Es un relicario que guarda fragmentos de cinco figuras clave para su espiritualidad, todas vinculadas a la Orden de San Agustín. En el centro, San Agustín y Santa Mónica, figuras de la conversión y la paciencia. Pero los otros tres nombres tienen una carga aún más política:

  • Anselmo Polanco, obispo asesinado por los republicanos durante la Guerra Civil Española.
  • Santo Tomás de Villanueva, reformador e ícono de la caridad pastoral.
  • Giuseppe Menochio, mártir del siglo XIX que se enfrentó a los soldados napoleónicos que profanaban templos.

No es una cruz cualquiera. Es un escudo de batalla. Y una forma elegante de decir que este papa no se ve a sí mismo como un administrador interino, sino como alguien dispuesto a enfrentar los conflictos actuales con los referentes de su orden: resistencia, reforma, fidelidad.

El escudo de armas también tiene su agenda

Abajo del retrato aparece el escudo papal, un rediseño del que usó como obispo en Perú. El lirio sobre fondo azul habla de pureza y devoción mariana, mientras que el corazón traspasado sobre un libro cerrado remite al momento más famoso de San Agustín: el instante de conversión en el que escucha “toma y lee”. No es solo mística: es una imagen del conflicto interno que lleva al cambio profundo.

La frase que eligió como lema, “In Illo uno unum” (En Él, que es uno, somos uno), refuerza la idea central: unidad. No como una consigna vacía, sino como un objetivo urgente ante las fracturas que atraviesan la Iglesia: entre obispos y laicos, entre América Latina y Europa, entre quienes piden reforma y quienes insisten en restaurar el pasado.

¿Y qué dice su firma?

La elección de firmar como “Leone PP. XIV”, con la fórmula clásica “Pontifex Pontificum”, también marca una diferencia. Francisco había abandonado esa fórmula, buscando una cercanía menos protocolar. Que León XIV la recupere no es un capricho: es un gesto hacia los sectores que se sintieron desplazados durante el papado anterior. Pero también una forma de asumir con todas las letras que quiere ejercer el poder que le corresponde como papa, sin esconderlo detrás de gestos simbólicos de falsa modestia.

Un retrato pensado para quien sepa leerlo

Más que una imagen bonita para estampar en postales, la foto oficial de León XIV funciona como una hoja de ruta simbólica. Está dirigida tanto a los creyentes como a los expertos en política vaticana. Y, sobre todo, a quienes pensaban que su elección era provisional, casi accidental, el resultado de un cónclave que no se ponía de acuerdo.

Nada más alejado. Con esta imagen, León XIV deja claro que tiene un plan, una identidad espiritual sólida y una intención política concreta. Puede que no haga ruido con discursos polémicos, pero sabe hablar con imágenes. Y en el Vaticano, eso a veces pesa más.

- Advertisement -

Últimas publicaciones