La caída se atribuye principalmente a la contracción en la ejecución de proyectos no mineros y a la ausencia de proyectos que sustituyan a grandes proyectos mineros.
La inversión privada en Perú experimentó una fuerte contracción de doble dígito durante el primer trimestre de 2023, reflejando un entorno persistente de baja confianza empresarial y alta incertidumbre. Esta disminución tendrá consecuencias inmediatas en el dinamismo del empleo formal y plantea limitaciones en las perspectivas de recuperación de las condiciones de vida de la población.
El retroceso de la inversión privada se atribuye principalmente a la contracción en la ejecución de proyectos no mineros, que representa aproximadamente el 80% de la caída en la inversión. El menor dinamismo en el gasto de autoconstrucción, impulsado por el estallido social y las anomalías climáticas, provocó una paralización generalizada de obras privadas de construcción en diferentes regiones del país.
La inversión minera, a pesar de los altos precios de los metales, continúa afectada por la débil capacidad del Estado para aprovechar plenamente el potencial geológico del país. Factores como la inestabilidad política y la incertidumbre regulatoria han disminuido el atractivo de Perú para la inversión minera, lo que ha retrasado una parte importante de la cartera de inversiones en este sector.
Los indicadores recientes anticipan otro trimestre negativo para la inversión privada. En abril, el consumo de cemento cayó un 17% y las importaciones de bienes de capital se redujeron un 15% en términos reales. Se estima que la inversión privada volverá a experimentar una caída superior al 10% al comienzo del segundo trimestre de 2023.
La persistente disminución de la inversión privada afecta la generación de empleos formales y si esta tendencia negativa continúa, las perspectivas de un mayor crecimiento económico serán desfavorables y se seguirán postergando las oportunidades de recuperación para las personas más vulnerables.